Literatura guatemalteca – Arévalo Martínez y la Generación del Cometa

Arévalo Martínez y la Generación del Cometa

Por Carmen Lucía Alvarado

 

El paso del cometa Halley, en la década de 1910, fue el que bautizó a las actividades artísticas de aquellos años. De esta manera el arte estaría marcado por aquel hecho luminoso y asombroso que mancha el cielo cada cien años.

La generación del 10 o del Cometa fue, en su mayoría, una generación de escritores, pero también de pintores y músicos de gran importancia.

Los nombres surgen y también la afirmación de que esta generación fue un gran punto de partida para el arte que vendría con el siglo.

Uno de los más reconocidos escritores del siglo XX en Guatemala, Rafael Arévalo Martínez, fue quien, en el campo de las letras, identifica a esta generación, a la par del músico quetzalteco Jesús Castillo, y el pintor, también quetzalteco, Carlos Mérida, a quien algunos califican como el Picasso guatemalteco.

Además de los rasgos estéticos que puedan llegar a entrelazar a una generación, hay que tomar en cuenta también el contexto en que se formaron, y esta es una de las características más claras de esta generación, formada bajo la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, una represión que pudieron combatir a través de su arte.

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Arévalo Martínez (1884-1975) se dio a conocer fuera del país después de escribir el cuento largo El hombre que parecía un caballo, el cual aturdió a la crítica de aquel momento pues en este contexto reinaba el Modernismo. No obstante los textos de Arévalo Martínez están claramente escritos bajo los influjos del Modernismo, tómese como ejemplo los poemas que fueron publicados en 1911 y 1914, Maya y Atormentado, respectivamente; textos que fueron publicados previo a El hombre que parecía un caballo.

Sus rasgos evidentes del Modernismo, que estaba en boga, no lo lanzaron como un poeta demasiado importante para la época, pues pasaba con él lo que pasa con los escritores que comparten una tendencia que ya ha sido arrancada.

Fue con El hombre que parecía un caballo, con el que se convierte en un antecesor del Realismo Mágico. Su zoopsicología, en la que los personajes tienen su mayor definición, de fondo y forma, en relación con algún animal, en medio de un mundo angustioso y alucinado, tiene un gran parecido al de los ambientes kafkianos. Elementos como el ocultismo, lo esotérico y el exotismo desembocan en textos fantásticos.

En los cuentos de Arévalo Martínez sopla un aire irreal, compuesto siempre por componentes paralelos, en los cuales los personajes se transforman en animales, o los animales cobran rasgos humanos. El discurso masculino y femenino en el que convergen las conductas humanas y la obra artística como su eje narrativo da, también, como resultado una estética simbólica; con esta serie de elementos análogos se percibe una armonía de contrarios que sólo el arte puede concebir.

Según el crítico de literatura Arturo Arias, las novelas poco mencionadas de Arévalo Martínez se remiten a una aparición de la novela social, escritas en los años veinte, y por lo mismo son parte de la Vanguardia. Estas novelas: La oficina de paz de Orolandia y Las noches en el palacio de la nunciatura, son una mezcla de ideología y experimentación, que se relacionan con la dictadura de Estrada Cabrera.

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Como parte de la generación del 10 o del Cometa, se toma en cuenta también a escritores como Carlos Wyld Ospina, quien nació en la ciudad de Guatemala pero vivió y murió en la ciudad de Quetzaltenango. Wyld Ospina profundiza en la vida indígena, con el afán de crear una conciencia social. Por este trabajo, es relacionado muchas veces con Rómulo Gallegos. Uno de sus poemas famosos es La ciudad de las cumbres.

A Osmundo Arriola se le acredita la creación del los Juegos Florales de Quetzaltenango, además de ganar este certamen en 1916 y 1927. Arriola escribió El libro de la tierra y El libro de la amada.

Félix Cordero Ávila, nacido en Huehuetenango, escribió poemas dedicados a Simón Bolívar, como los incluidos en La voz de los Andes y Cantos de América.

Alberto Velásquez, también radicado en la ciudad de Quetzaltenango, parte del partido Unionista, contraparte clara del gobierno de Estrada Cabrera, escribió los libros Canto a la flor de pascua y Siete  poemas nemorosos.

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La generación del Cometa debe distinguirse no sólo por ser el primer movimiento artístico significativo del siglo XX en Guatemala,  sino también por los rompimientos estéticos que se dieron en el pleno auge del Modernismo, y que con el tiempo serían reconocidos, como el caso de Arévalo Martínez o, en el extranjero, como sucedió con el pintor Carlos Mérida.

Quetzaltenango fue el escenario de esta generación que fue capaz de dejar una huella tan grande que, hoy, casi un siglo después, la sociedad quetzalteca insiste en mantener el apelativo de Cuna de la Cultura por haber albergado a estos artistas.

En la literatura guatemalteca siempre debe existir un espacio para nombrar a la generación del Cometa, pero sobre todo al excéntrico y poco convencional Arévalo Martínez que, con la divinidad equina de El hombre que parecía un caballo, abrió más de una puerta para que surgieran los próximos movimientos literarios.

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